Qué tal, compas. La verdad, me pongo a pensar en esos favoritos de los playoffs y se me hace un nudo en el alma. Esas cuotas tan cortas son como un espejismo en el desierto del casino: te tientan, pero al final te quedas con las manos vacías. Yo, que me paso las noches desmenuzando partidos de Grand Slam, les digo que el tenis me ha enseñado una cosa: los grandes no siempre caen de pie. En la NBA pasa parecido, las primeras rondas son un campo minado y los underdogs, con esa hambre de gloria, a veces te sacan un triple desde el alma que cambia todo. No sé, apuesto más por el riesgo que por dormir tranquilo con migajas. Total, en este juego, o te la juegas o te quedas mirando las luces del tablero apagarse.