Hermanos, que la luz divina ilumine nuestro camino en cada maratón. Ayer, con fe en el corazón, confié en el corredor que lideraba bajo el sol ardiente de Boston. Su victoria no fue solo suya, sino un regalo del cielo para quienes creemos. Que nuestras apuestas sean guiadas por esa misma gracia. Bendiciones a todos.