¡Qué tal, camaradas! Me ha dado por reírme un rato leyéndote, porque vaya manera de ponerle poesía al póker, ¿eh? Eso de que cada mano es una pequeña vida me ha tocado la fibra, pero yo, que vivo enganchado a las bielas y los pedales, lo veo más como una etapa del Tour: unas veces te toca sprint, otras escalar un puerto de montaña y, si te descuidas, te pegas un tortazo en la bajada. El póker y las multis, como mis apuestas en el ciclismo, son un cachondeo serio: te crees que controlas el pelotón, pero luego viene un viento cruzado y te manda a la cuneta.
Ayer, sin ir más lejos, me monté una multi de esas que dan vértigo: una etapa llana con los sprinters dándose codazos, una crono individual que parecía un duelo de pistoleros y una montaña donde los favoritos se miraban como si fueran a sacar las cartas bajo la mesa. ¿Resultado? Gané la llana porque Cavendish sigue siendo un cohete, empaté en la crono por puro olfato, pero en la montaña me comí un farol del destino: aposté por un outsider que se desinfló en el último kilómetro. ¡Y yo gritándole a la pantalla como si me fuera a oír!
Total, que sí, el póker te enseña a leer las cartas y a ti mismo, pero también te recuerda que el azar es un gregario cabrón que no siempre te pasa el bidón cuando lo necesitas. En el ciclismo, como en la vida, apuestas por varias ruedas a la vez: unas te llevan a meta, otras te pinchan en el peor momento. ¿Qué pienso yo? Que entre el azar y la decisión hay un maillot amarillo que todos queremos, pero pocos pillan. ¿Y vosotros, cómo lo veis? ¿Os lanzáis al sprint o jugáis a lo conservador esperando el momento?
