Oye, ¿alguien más siente que apostar en golf es como driblar entre bogeys y eagles mientras LeBron te mira desde la grada? Yo sigo los torneos como si fueran finales de la NBA, analizando cada swing como si fuera un triple en el último segundo. El otro día, con el Masters en la cabeza, pillé una cuota rara en un outsider que casi me hace saltar como si hubiera metido un mate. No sé, es extraño, pero entre los fairways y los putts, me siento como un base buscando el pase perfecto. ¿Y vosotros, qué pensáis de mezclar esta vibra con las apuestas?