Esa noche, el aire estaba cargado de tensión. Cada lanzamiento de dardos era como un latido acelerado. Aposté todo a un presentimiento: ese triple 20 que parecía imposible. El dardo voló, el tablero crujió y el grito de victoria retumbó en la sala. La pantalla del cajero marcó mi destino: ¡una ganancia que aún me quita el aliento!