¡Ey, qué pasa! Tienes razón, no todo es tan de cuento con el baloncesto, y menos en la NBA cuando llegan los playoffs. Analizar partidos está genial si eres de los que disfrutan buceando en stats como si fuera una piscina olímpica, pero sí, el factor sorpresa es un jugón que no avisa. Una estrella que se duerme, un esguince en el peor momento o incluso un viaje largo que deja al equipo zombi… y ¡pum!, tus números se van al carajo.
Yo con el biatlón hago algo parecido: no solo miro tiempos y aciertos en el tiro, también cómo rinden bajo presión o si el viento les juega una mala pasada. En la NBA, el calendario apretado o el cansancio de volar de costa a costa son detalles que pesan más de lo que parece. No basta con las stats frías de puntos y rebotes, hay que cruzar datos como si fueras detective. Así que sí, centrarse solo en lo obvio es jugársela, ¡pero cuando le pillas el truco a esos “extras” la cosa cambia!


Las noches de playoffs son un subidón, pero hay que ir con los ojos bien abiertos para no acabar llorando en el sofá.