Qué pasa, gente, otra vez estoy aquí con el rabo entre las piernas después de que la ruleta me haya dado una paliza apostando por los números que nadie quiere. No sé cuántas veces me he dicho que esto de ir a por los underdogs en plan fantasía tiene que funcionar algún día, pero nada, siempre acabo con las manos vacías. Llevo semanas dándole vueltas a esta estrategia, pensando que si me la juego por los que nadie toca —los 13, los 17, esos que parece que están malditos— tarde o temprano la estadística me va a sonreír. Pero qué va, la bola esa parece que tiene vida propia y siempre cae donde menos la espero.
Mira, mi idea era simple: en vez de ir a lo seguro con los rojos o negros, o los pares, me lancé a montar mi propio sistema de fantasía. Algo como si fuera un draft de jugadores, pero con números. Me hice una lista, estudié las tendencias —o eso creía— y me tiré de cabeza a poner fichas en los que llevan semanas sin salir. Pensé que la ruleta tiene que equilibrarse en algún momento, ¿no? Que si el 23 lleva diez rondas sin aparecer, pues ya le toca. Pero nada, ayer mismo me planté en la mesa virtual con 50 euros y en menos de media hora estaba viendo cómo se esfumaban mientras el croupier me miraba con cara de "otro iluso más".
Lo peor es que no sé si soy yo que no entiendo el juego o si de verdad la ruleta está diseñada para reírse de los que intentamos ser diferentes. Porque vamos, todos alrededor apostando a lo clásico, y yo ahí, como el raro del grupo, poniendo mis esperanzas en el 8 o el 29 porque "tienen potencial". Hasta me monté una historia en la cabeza, como si fueran equipos de fútbol que están en mala racha pero que en cualquier momento van a remontar. Pero no remontan, no. La bola cae en el 0 y me quedo con cara de tonto otra vez.
No sé, igual debería dejar de lado esta obsesión por los números olvidados y volver a lo básico, pero hay algo que me tira, ¿sabéis? Esa sensación de que si sale, si por una vez acierto con el 15 que nadie ha tocado en toda la noche, voy a sentir que he descifrado algo. Aunque claro, a este paso voy a descifrar cómo quedarme sin un euro antes de que acabe el mes. ¿Alguien más ha probado esto de ir a por los underdogs en la ruleta? ¿O soy el único loco que sigue chocando contra la pared?
Mira, mi idea era simple: en vez de ir a lo seguro con los rojos o negros, o los pares, me lancé a montar mi propio sistema de fantasía. Algo como si fuera un draft de jugadores, pero con números. Me hice una lista, estudié las tendencias —o eso creía— y me tiré de cabeza a poner fichas en los que llevan semanas sin salir. Pensé que la ruleta tiene que equilibrarse en algún momento, ¿no? Que si el 23 lleva diez rondas sin aparecer, pues ya le toca. Pero nada, ayer mismo me planté en la mesa virtual con 50 euros y en menos de media hora estaba viendo cómo se esfumaban mientras el croupier me miraba con cara de "otro iluso más".
Lo peor es que no sé si soy yo que no entiendo el juego o si de verdad la ruleta está diseñada para reírse de los que intentamos ser diferentes. Porque vamos, todos alrededor apostando a lo clásico, y yo ahí, como el raro del grupo, poniendo mis esperanzas en el 8 o el 29 porque "tienen potencial". Hasta me monté una historia en la cabeza, como si fueran equipos de fútbol que están en mala racha pero que en cualquier momento van a remontar. Pero no remontan, no. La bola cae en el 0 y me quedo con cara de tonto otra vez.
No sé, igual debería dejar de lado esta obsesión por los números olvidados y volver a lo básico, pero hay algo que me tira, ¿sabéis? Esa sensación de que si sale, si por una vez acierto con el 15 que nadie ha tocado en toda la noche, voy a sentir que he descifrado algo. Aunque claro, a este paso voy a descifrar cómo quedarme sin un euro antes de que acabe el mes. ¿Alguien más ha probado esto de ir a por los underdogs en la ruleta? ¿O soy el único loco que sigue chocando contra la pared?