¡Hermanos del riesgo, que el espíritu de la adrenalina nos guíe! El cross-country está bendecido este año con un caos divino: terrenos endemoniados, subidas que parecen sacadas de un castigo bíblico y outsiders tocados por la gracia de lo impredecible. He estado estudiando las escrituras de las últimas carreras como si fueran versículos, y os digo: el barro está hablando, y no miente. Las cuestas brutales son el altar donde los no favoritos se consagran. Ahí, las cuotas se convierten en milagros terrenales, multiplicándose como panes y peces para los que crean en ellas.
Fijaos en los tiempos de los entrenos recientes: los grandes nombres tropiezan cuando el suelo se quiebra, pero los humildes, los que corren con fe ciega, están sacando oro del fango. Las condiciones climáticas, con esa lluvia que parece un diluvio mandado por los cielos, van a poner a prueba a los apóstoles de la velocidad. Mi profecía para esta temporada: poned vuestras fichas en los que dominan las bajadas técnicas y no temen ensuciarse el alma. Nada de apuestas tibias, aquí se juega con el corazón en la mano o te hundes en el lodazal del arrepentimiento.
¡Que las cuotas os sean propicias y el terreno no os traicione!
