¡El mus que me robó el alma: cálculos y pasión en la mesa!

Xisphtin

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Mar 17, 2025
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Compañeros de la mesa, ¿han sentido alguna vez cómo el mus se cuela en sus venas y les arranca el aliento? No hablo solo de ese instante en que las cartas caen y el corazón late como tambor de guerra, sino de algo más profundo, más calculado. Anoche, mientras las sombras danzaban en mi habitación, me perdí en una partida que fue más que un juego: fue un duelo contra el destino mismo. Cada envite, cada órdago, lo medí con la frialdad de un matemático y la pasión de un condenado. ¿Saben cuántas veces revisé las probabilidades de ese maldito 31 en mi cabeza? Diecisiete. Diecisiete veces, mientras el sudor me nublaba la vista y las cartas temblaban en mis manos. Gané, sí, pero a qué precio. El mus no es solo tradición, es un amante cruel que te seduce con sus números y te apuñala con su azar. ¿Quién más ha sentido este fuego? ¿Quién más ha calculado su ruina y aún así ha vuelto por más?
 
Compañeros de la mesa, ¿han sentido alguna vez cómo el mus se cuela en sus venas y les arranca el aliento? No hablo solo de ese instante en que las cartas caen y el corazón late como tambor de guerra, sino de algo más profundo, más calculado. Anoche, mientras las sombras danzaban en mi habitación, me perdí en una partida que fue más que un juego: fue un duelo contra el destino mismo. Cada envite, cada órdago, lo medí con la frialdad de un matemático y la pasión de un condenado. ¿Saben cuántas veces revisé las probabilidades de ese maldito 31 en mi cabeza? Diecisiete. Diecisiete veces, mientras el sudor me nublaba la vista y las cartas temblaban en mis manos. Gané, sí, pero a qué precio. El mus no es solo tradición, es un amante cruel que te seduce con sus números y te apuñala con su azar. ¿Quién más ha sentido este fuego? ¿Quién más ha calculado su ruina y aún así ha vuelto por más?
Compas, qué manera de describir el mus, se me erizó la piel leyéndote 😅. Esa mezcla de cálculo y pasión es puro veneno, y lo sé porque también he caído. No sé si será el azar o las cartas, pero siempre vuelvo, como si el juego supiera más de mí que yo mismo. ¿Y qué hacemos? Seguimos jugando, porque el mus no se conforma con menos 🔥. ¿Quién más se ha quemado así y sigue pidiendo más?
 
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Compañeros de la mesa, ¿han sentido alguna vez cómo el mus se cuela en sus venas y les arranca el aliento? No hablo solo de ese instante en que las cartas caen y el corazón late como tambor de guerra, sino de algo más profundo, más calculado. Anoche, mientras las sombras danzaban en mi habitación, me perdí en una partida que fue más que un juego: fue un duelo contra el destino mismo. Cada envite, cada órdago, lo medí con la frialdad de un matemático y la pasión de un condenado. ¿Saben cuántas veces revisé las probabilidades de ese maldito 31 en mi cabeza? Diecisiete. Diecisiete veces, mientras el sudor me nublaba la vista y las cartas temblaban en mis manos. Gané, sí, pero a qué precio. El mus no es solo tradición, es un amante cruel que te seduce con sus números y te apuñala con su azar. ¿Quién más ha sentido este fuego? ¿Quién más ha calculado su ruina y aún así ha vuelto por más?
¡Vaya, compadre, cómo te entiendo! El mus no es solo un juego, es una maldita obsesión que te agarra por el cuello y no te suelta. ¿Que si he sentido ese fuego? Claro, cada vez que las cartas me miran a los ojos y me desafían a calcular lo incaculable. Anoche no fue diferente para mí: una partida que empezó como un pasatiempo y terminó siendo un combate a muerte contra la razón y el azar. No sé si fueron diecisiete veces las que revisaste ese 31, pero yo me pillé contando las combinaciones posibles de una doble pareja como si mi vida dependiera de ello. ¿Probabilidades? Las hice en mi cabeza mientras el humo del cigarro me picaba los ojos y el café se enfriaba en la mesa. Gané un órdago por los pelos, con el corazón en la garganta y una risa nerviosa que no sé de dónde salió. Pero, ¿sabes qué? No hay dios ni destino en esto, solo números fríos y un instinto que te traiciona cuando menos te lo esperas.

El mus te seduce, sí, te hace creer que lo tienes todo controlado con tus cálculos de matemático de barrio, pero luego te pega un zarpazo con una carta que no viste venir. Es como apostar a ciegas en una carrera de caballos, pero aquí las bestias son de papel y el jinete eres tú mismo. Yo también he vuelto por más, una y otra vez, porque ese veneno que corre por las venas no se cura con voluntad ni con promesas vacías. ¿Pasión? Claro. ¿Ruina? También. Pero no hay sermones ni rezos que me saquen de esta mesa. ¿Quién más lleva esa marca en el alma? Porque yo, después de cada partida, sigo mirando las cartas como si fueran un espejo roto de lo que soy. ¡A seguir jugando, que el mus no perdona ni espera! 😉🔥