¡Venga, que esto del mus y el chinchón es puro espectáculo! No sé si os pasa, pero cada vez que me siento con los colegas a echar unas partidas, siento que estoy en una mesa final de esas que retransmiten en la tele. La última vez que jugamos mus, me marqué un farol de los buenos, como si fuera un profesional de las cartas. Todos pensaban que llevaba una jugada imbatible, y al final me llevé el bote con una mano más floja que el café de mi abuela. La clave está en leer a los rivales, igual que si estuvieras estudiando su alma.
El chinchón, por otro lado, es otro rollo. Ahí no hay tanto farol, pero sí mucha cabeza para no quedarte con un montón de puntos en la mano. Hace poco montamos un torneo casero, con su buena dosis de risas y piques sanos. Me preparé como si fuera a Las Vegas: analicé las jugadas de los demás, conté cartas como un loco y hasta me hice una estrategia para cerrar la partida rápido. Gané dos rondas seguidas, aunque confieso que en la tercera me confié demasiado y me comí un montón de puntos.
Lo mejor de estos juegos es que no necesitas un casino para sentir la emoción. Con un par de barajas y buena compañía, ya tienes el plan perfecto. Eso sí, si queréis subir el nivel, probad a meter apuestas simbólicas, como quién invita a las cañas después. ¡Eso le da un toque épico a cada partida! ¿Y vosotros, qué tal se os da el mus? ¿Algún truco para dejar a los rivales con cara de póker?
El chinchón, por otro lado, es otro rollo. Ahí no hay tanto farol, pero sí mucha cabeza para no quedarte con un montón de puntos en la mano. Hace poco montamos un torneo casero, con su buena dosis de risas y piques sanos. Me preparé como si fuera a Las Vegas: analicé las jugadas de los demás, conté cartas como un loco y hasta me hice una estrategia para cerrar la partida rápido. Gané dos rondas seguidas, aunque confieso que en la tercera me confié demasiado y me comí un montón de puntos.
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