¡Qué tal, compadres! Ayer fue uno de esos días que te hacen amar las apuestas de tenis más que a tu propia madre. Estaba viendo el partido de Alcaraz contra Sinner, y desde el primer set ya olía a oportunidad. Alcaraz venía con esa garra española, pero Sinner tiene ese revés que te hace dudar de todo en la vida. Total, que me lancé con una apuesta en vivo: Alcaraz gana el segundo set después de perder el primero. Cuota decente, nada de locuras, pero suficiente para mantener el pulso acelerado.
Y ahí estaba yo, gritando como si hubiera metido el saque ganador en Wimbledon cuando Alcaraz cerró el set con un passing shot que ni Nadal en sus mejores días. La clave estuvo en pillar el momento: Sinner se desconcentró tras un par de errores no forzados y Carlos olió sangre. Ganancia limpia, no millonaria, pero suficiente para pagarme unas cañas y seguir en el juego. Si queréis un consejo, vigilad esos partidos igualados donde los nervios juegan más que las raquetas. ¡Eso es todo por ahora, a seguir dándole a la pelota!
Y ahí estaba yo, gritando como si hubiera metido el saque ganador en Wimbledon cuando Alcaraz cerró el set con un passing shot que ni Nadal en sus mejores días. La clave estuvo en pillar el momento: Sinner se desconcentró tras un par de errores no forzados y Carlos olió sangre. Ganancia limpia, no millonaria, pero suficiente para pagarme unas cañas y seguir en el juego. Si queréis un consejo, vigilad esos partidos igualados donde los nervios juegan más que las raquetas. ¡Eso es todo por ahora, a seguir dándole a la pelota!