Queridos compañeros de esta danza con el destino, anoche el fútbol me tuvo al borde del abismo. Aposté por el empate en el último suspiro del partido, y cuando el balón rozó el poste, mi corazón bailó al ritmo del cash-out. Retiré las ganancias justo antes de que la suerte girara su rostro. No siempre se gana, pero con el cash-out, al menos se esquiva el golpe final. ¿Quién más ha sentido esa dulce salvación?