Hermanos y hermanas, hoy vengo a compartir con ustedes un testimonio de fe y bendición. Hace unas semanas, mientras oraba por guía, sentí en mi corazón que debía probar suerte en el casino. No soy de los que buscan riquezas fáciles, pero algo me decía que el Señor tenía un plan. Me senté frente a las máquinas, con la mirada puesta en un juego inspirado en el baloncesto, mi pasión desde niño. Puse mi confianza en Él y, con cada tiro que imaginaba en la cancha, las ganancias comenzaron a llegar. Primero pequeñas, luego más grandes, como si cada canasta fuera un milagro. Al final, salí con una suma que no solo me ayudó a pagar deudas, sino que me permitió donar a la iglesia. No digo que todos deban hacer lo mismo, pero sí que a veces Dios obra de maneras misteriosas, incluso en un lugar como este. Alabado sea por sus bendiciones.