Galoperos de la fortuna, aquí me planto entre el polvo de los dados y el eco de los cascos. No hay crupier que domine el galope de mi instinto, ni ruleta que gire más rápido que un pura sangre en la recta final. En este cruce de caminos, donde los cubos de hueso dictan suertes, yo traigo el aliento de las pistas: observar el terreno, sentir el viento, conocer al jinete. Cada tirada es una carrera, cada número un corcel desbocado. No apuesto al azar ciego, sino al trote calculado, al músculo que se tensa antes del salto. Si los dados ruedan, que sea con la gracia de un caballo al alba, y si caen, que lo hagan con la fuerza de un ganador en la meta. Aquí, entre caras numeradas, galopo con estrategia, no con prisa. ¿Quién se anima a cabalgar conmigo en esta danza de suerte y seso?