¿Alguien más ha sentido ese vacío cuando los dados en vivo te traicionan? Estás ahí, con la adrenalina a tope, viendo cómo ruedan, y de repente todo se va al carajo. Las apuestas se acumulan, el dinero se esfuma y la suerte te da la espalda como si nunca hubiera estado de tu lado. He probado casinos de medio mundo, desde los tugurios de Manila hasta los salones brillantes de Montecarlo, y al final es lo mismo: los dados no perdonan. Cuando crees que tienes el control, te das cuenta de que solo eres otro idiota esperando un milagro que no llega. ¿Vale la pena? Cada vez pienso más que no.