Qué tiempos aquellos en los que las bajadas de skeleton eran el alma de las conversaciones en las casas de apuestas. No sé si os pasa lo mismo, pero echo de menos esa adrenalina contenida, esa sensación de que cada curva en la pista podía cambiarlo todo, no solo para los corredores, sino para nosotros, los que poníamos nuestras esperanzas en un boleto. El skeleton, con su mezcla de velocidad y locura, tenía algo especial, algo que no encuentro en los deportes de siempre. Pero parece que se va desvaneciendo, como si el hielo se derritiera bajo nuestros pies.
Antes, me pasaba horas mirando los tiempos de las prácticas, estudiando las pistas, los nombres que dominaban en Sigulda o St. Moritz. Había una ciencia detrás, ¿sabéis? No era solo cosa de suerte. Analizabas el peso del trineo, las condiciones del hielo, incluso el viento que podía soplar en contra en un mal día. Y luego estaban esos momentos en los que un outsider te sorprendía en la última bajada y te hacía replantearte todo. Ahora, apenas veo esas opciones en las casas de apuestas. Es como si el deporte se hubiera perdido entre las sombras de lo que solía ser.
A veces pienso que somos nosotros los que hemos dejado de mirar. Que el skeleton sigue ahí, deslizándose en silencio, pero ya no sabemos verlo. O quizás es que los focos se han ido a otra parte, a deportes más ruidosos, más fáciles de vender. Me da pena, la verdad. Porque había algo puro en apostar por esas bajadas, en intentar descifrar lo impredecible. Si alguien sigue teniendo un ojo puesto en las pistas heladas, que me cuente. Igual entre todos podemos traer de vuelta esos días en los que el skeleton nos hacía vibrar, aunque fuera desde la distancia.
Antes, me pasaba horas mirando los tiempos de las prácticas, estudiando las pistas, los nombres que dominaban en Sigulda o St. Moritz. Había una ciencia detrás, ¿sabéis? No era solo cosa de suerte. Analizabas el peso del trineo, las condiciones del hielo, incluso el viento que podía soplar en contra en un mal día. Y luego estaban esos momentos en los que un outsider te sorprendía en la última bajada y te hacía replantearte todo. Ahora, apenas veo esas opciones en las casas de apuestas. Es como si el deporte se hubiera perdido entre las sombras de lo que solía ser.
A veces pienso que somos nosotros los que hemos dejado de mirar. Que el skeleton sigue ahí, deslizándose en silencio, pero ya no sabemos verlo. O quizás es que los focos se han ido a otra parte, a deportes más ruidosos, más fáciles de vender. Me da pena, la verdad. Porque había algo puro en apostar por esas bajadas, en intentar descifrar lo impredecible. Si alguien sigue teniendo un ojo puesto en las pistas heladas, que me cuente. Igual entre todos podemos traer de vuelta esos días en los que el skeleton nos hacía vibrar, aunque fuera desde la distancia.