¡Qué locura fue esa noche! Estaba viendo el Masters, con Ronnie O’Sullivan en plena forma, y algo me decía que iba a hacer una serie perfecta. Hice cuentas rápidas: su promedio de puntos por partida, la presión del rival, el ambiente del torneo... y me lancé con una apuesta fuerte a que haría un 147. ¡Y lo clavó! Cada bola que entraba era como un subidón, y cuando metió la negra final, casi salto del sofá. La ganancia fue tremenda, pero más que el dinero, fue ese momento de verlo todo alinearse como lo había calculado. ¡El snooker es pura adrenalina cuando sabes leer el juego!