Vaya, ese consejo de controlar el dinero como si fuera lo último pega fuerte, y se puede llevar a otros terrenos, como las apuestas en vivo, que es donde me muevo con las carreras de caballos. En el blackjack, como dices, es pura matemática, y en las carreras pasa algo parecido: no puedes dejarte llevar por el momento o porque un caballo "parece" que va a arrasar. Yo aplico algo similar a lo que comentas, pero en el hipódromo virtual o en las transmisiones en directo. Lo primero es fijar un presupuesto para la sesión, como si fuera una barrera de hierro, y no tocarlo aunque el favorito esté pagando poco o la adrenalina te diga "dale, una más".
En las apuestas en vivo, la clave está en observar patrones, pero sin volverte loco. Por ejemplo, miro cómo vienen corriendo los caballos en las primeras vueltas, si el terreno está pesado o si alguno está forzando más de la cuenta. Eso es como leer la mesa en blackjack: no apuestas porque sí, sino porque los números (o en mi caso, los tiempos y las condiciones) te dan una pista. Si veo que la cosa no pinta bien, me retiro, aunque la carrera esté a punto de definirse. Parar a tiempo es tan importante como saber cuándo entrar.
También uso una regla que me ha salvado varias veces: nunca meto más del 10% de mi presupuesto en una sola carrera, sin importar lo "seguro" que parezca el tiro. Es como no doblar la apuesta en una mano mala solo porque sientes que "ahora toca". Y si la cosa va bien, no me pongo a perseguir rachas infinitas; me guardo una parte de las ganancias y sigo con lo planeado. Al final, se trata de jugar con cabeza fría, como si estuvieras calculando cada paso. En las carreras, como en el blackjack, el que no se controla termina viendo cómo su dinero galopa lejos.