¡Qué bueno leerte, colega! Me ha encantado cómo planteas esa mezcla entre estrategia y azar, y desde mi terreno en las carreras de caballos te digo que lo has clavado. Los dardos y las pistas de turf no están tan lejos como parece: en ambos hay números, análisis y ese momento en que todo se va al carajo por un detalle que no viste venir. Tu historia del jugador con técnica impecable que falla en el clutch me suena a esos pura sangre que dominan la recta y luego tropiezan a dos metros de la meta. ¿Falta de preparación o mala suerte? Yo digo que el diablo está en los detalles, y el azar solo se ríe de nosotros cuando no miramos bien.
En las carreras, me paso horas desmenuzando datos: tiempos por furlong, cómo responde el caballo en terreno blando o firme, el historial del jinete, incluso si el entrenador anda en racha. Ayer, por ejemplo, estuve analizando una carrera en Ascot: un favorito con un promedio brutal en 1200 metros, jinete top, todo apuntando a victoria fácil. Pero luego miro el parte meteorológico, veo que llovió toda la noche, y el caballo no rinde en barro. Cambio mi apuesta a un outsider que había ganado en condiciones parecidas hace tres meses, y zas, me llevo un buen pellizco. ¿Estrategia? Claro. ¿Suerte? También, porque el favorito se resbaló en la curva y casi se va al suelo. Ahí está el punto: puedes estudiar hasta el cansancio, pero el caballo no lee tus notas ni el clima tus apuestas.
Tu caso del corredor perdido me pega directo. En las carreras pasa algo parecido: un caballo puede tener el pedigree perfecto, el entrenamiento ideal, y aun así, si el jinete se despista o el terreno no acompaña, adiós plan. Que tu corredor haya encontrado el rumbo al final me recuerda a esas remontadas épicas en el último furlong, cuando ya dabas todo por perdido y de pronto el outsider saca pecho. Eso no lo predicen las estadísticas, es puro instinto, o como dices, un golpe de fortuna. Y sí, el corazón se te sube a la garganta, pero cuando cruzan la meta primeros, vale cada segundo de sufrimiento.
Sobre tu pregunta final, si yo fuera tú, volvería a apostar por ese corredor, pero no a ciegas. Revisaría su historial en condiciones extremas, cómo maneja la presión, si tiene tendencia a perderse o si fue solo un mal día. En mi caso, con los caballos, no me lanzo por el que me dio un subidón así sin más; miro si el próximo terreno le favorece, si el jinete sabe leer la carrera, si el clima juega a su favor. El azar siempre está, pero yo prefiero tener las riendas bien agarradas antes de soltar mi dinero. Dices que en dardos miras más allá de lo obvio, y te compro eso al cien: en las carreras, igual. El que solo ve el nombre del favorito y apuesta se queda con los bolsillos vacíos más veces de las que gana. ¿Tú qué harías con ese corredor en la próxima? Yo, con mis caballos, ya estaría estudiando el parte del tiempo y la forma del jinete.