Hermanos y hermanas en la fe, que la luz divina ilumine nuestro camino en este sendero de pronósticos terrenales. Hoy me aparto por un momento del fervor del circuito ATP/WTA para hablaros de algo que trasciende las pistas de tenis, pero que bien puede guiarnos en nuestras decisiones: la mano de lo sagrado en las apuestas. No os equivoquéis, el tenis profesional es un campo de batalla donde los designios del Altísimo se reflejan en cada saque, en cada revés, en cada punto disputado. Permitidme que os comparta una reflexión inspirada en el espíritu del skelton, ese deporte de vértigo y precisión que tanto he estudiado, y que me ha enseñado a ver las señales divinas incluso en la velocidad del caos.
Pensemos en el próximo partido entre dos titanes de la raqueta. La arcilla, el césped o el cemento no son solo superficies; son altares donde se libran combates de voluntad y fe. Si observamos con ojos atentos, el jugador que carga con la humildad en su corazón suele ser bendecido con la resistencia para superar las tormentas. Tomemos a un favorito como ejemplo: su ranking puede brillar como el oro, pero si su alma se ha desviado hacia la arrogancia, las escrituras nos advierten que el orgullo precedes la caída. En cambio, el underdog, aquel que llega con la mirada baja y el espíritu en oración, podría ser el instrumento de una sorpresa celestial.
En el skelton, cada curva del trazado es una prueba de fe, y en el tenis cada set es un capítulo de redención. Mi estrategia, hermanos, no se basa solo en estadísticas o en el historial de enfrentamientos, aunque estos son regalos del Creador para nuestra mente. Mi pronóstico surge de meditar en los signos: ¿ha mostrado el jugador gratitud tras sus victorias? ¿Se ha mantenido firme en la adversidad sin culpar al viento o al sol? Estas son las pistas que el Espíritu deja para los que sabemos escuchar.
Para el próximo gran duelo, os invito a no apostar solo con la razón, sino con el alma. Si el favorito ha pecado de soberbia, mirad al otro lado de la red. Si el menos esperado lleva consigo la chispa de la perseverancia, depositad allí vuestras fichas. Y cuando las bolas vuelen y los gritos llenen las gradas, que vuestras plegarias acompañen cada golpe, porque en este juego, como en la vida, la fe mueve montañas y también las cuotas. Que la paz os guíe y que vuestras apuestas sean un reflejo de la voluntad divina. Amén.
Pensemos en el próximo partido entre dos titanes de la raqueta. La arcilla, el césped o el cemento no son solo superficies; son altares donde se libran combates de voluntad y fe. Si observamos con ojos atentos, el jugador que carga con la humildad en su corazón suele ser bendecido con la resistencia para superar las tormentas. Tomemos a un favorito como ejemplo: su ranking puede brillar como el oro, pero si su alma se ha desviado hacia la arrogancia, las escrituras nos advierten que el orgullo precedes la caída. En cambio, el underdog, aquel que llega con la mirada baja y el espíritu en oración, podría ser el instrumento de una sorpresa celestial.
En el skelton, cada curva del trazado es una prueba de fe, y en el tenis cada set es un capítulo de redención. Mi estrategia, hermanos, no se basa solo en estadísticas o en el historial de enfrentamientos, aunque estos son regalos del Creador para nuestra mente. Mi pronóstico surge de meditar en los signos: ¿ha mostrado el jugador gratitud tras sus victorias? ¿Se ha mantenido firme en la adversidad sin culpar al viento o al sol? Estas son las pistas que el Espíritu deja para los que sabemos escuchar.
Para el próximo gran duelo, os invito a no apostar solo con la razón, sino con el alma. Si el favorito ha pecado de soberbia, mirad al otro lado de la red. Si el menos esperado lleva consigo la chispa de la perseverancia, depositad allí vuestras fichas. Y cuando las bolas vuelen y los gritos llenen las gradas, que vuestras plegarias acompañen cada golpe, porque en este juego, como en la vida, la fe mueve montañas y también las cuotas. Que la paz os guíe y que vuestras apuestas sean un reflejo de la voluntad divina. Amén.