Hola, noctámbulos del tenis, ¿qué tal esas ojeras después de otra madrugada pegados a las pantallas? Mientras el resto del mundo duerme, aquí estamos nosotros, analizando cada saque y cada revés como si nos fuera la vida en ello. Y no es para menos, porque las noches en el circuito ATP son un auténtico circo de coeficientes que suben y bajan como si estuvieran jugando su propio partido. ¿Alguien más ha notado cómo los partidos de medianoche parecen sacados de una película de terror? Un favorito con cuotas decentes de repente se convierte en un drama de tres sets, y cuando te quieres dar cuenta, estás sudando frío porque tu apuesta pende de un hilo en un tiebreak que ni Nadal en sus mejores días resolvería fácil.
Anoche, sin ir más lejos, me quedé viendo un duelo en una pista secundaria que parecía más un entrenamiento que un partido serio. El underdog empezó perdiendo 6-2 en el primero, y las cuotas se dispararon como si ya estuviera recogiendo la raqueta para irse a casa. Pero no, señores, la noche tiene sus propias reglas. El tipo se puso las pilas, empezó a devolver bolas imposibles y, de repente, el favorito estaba pidiendo oxígeno. ¿Resultado? Un 7-5, 6-4 para el que nadie daba un duro, y los que pillaron esa cuota en vivo ahora estarán brindando con café aguado a estas horas.
Lo que me flipa de estas sesiones nocturnas es que los bookies parece que también se duermen. Esos ajustes lentos en las cuotas cuando un partido da un giro inesperado son oro puro si tienes los ojos bien abiertos y el dedo rápido. Aunque, claro, luego viene el bajón de las 4 de la mañana, cuando te das cuenta de que llevas tres horas analizando estadísticas de un tío que ni sabes cómo pronuncia su apellido. Pero qué le vamos a hacer, el tenis nocturno es así: un carrusel de emociones, cafeína y decisiones cuestionables. ¿Quién necesita dormir cuando puedes estar gritándole a la pantalla porque un doble falta te acaba de arruinar la noche? Ya descansaremos cuando acabe la temporada… o no.
Anoche, sin ir más lejos, me quedé viendo un duelo en una pista secundaria que parecía más un entrenamiento que un partido serio. El underdog empezó perdiendo 6-2 en el primero, y las cuotas se dispararon como si ya estuviera recogiendo la raqueta para irse a casa. Pero no, señores, la noche tiene sus propias reglas. El tipo se puso las pilas, empezó a devolver bolas imposibles y, de repente, el favorito estaba pidiendo oxígeno. ¿Resultado? Un 7-5, 6-4 para el que nadie daba un duro, y los que pillaron esa cuota en vivo ahora estarán brindando con café aguado a estas horas.
Lo que me flipa de estas sesiones nocturnas es que los bookies parece que también se duermen. Esos ajustes lentos en las cuotas cuando un partido da un giro inesperado son oro puro si tienes los ojos bien abiertos y el dedo rápido. Aunque, claro, luego viene el bajón de las 4 de la mañana, cuando te das cuenta de que llevas tres horas analizando estadísticas de un tío que ni sabes cómo pronuncia su apellido. Pero qué le vamos a hacer, el tenis nocturno es así: un carrusel de emociones, cafeína y decisiones cuestionables. ¿Quién necesita dormir cuando puedes estar gritándole a la pantalla porque un doble falta te acaba de arruinar la noche? Ya descansaremos cuando acabe la temporada… o no.