Qué bonito es cuando el crupier te mira con pena, te reparte un 21 perfecto y tú piensas que por fin la vida te da una alegría... hasta que te das cuenta de que apostaste todo al underdog del UFC que llevaba dos años sin ganar un maldito combate. Claro, porque tiene sentido confiar en un tipo que parece que entrena comiendo tacos en el sofá en lugar de en el octágono. Mientras el crupier recoge tus fichas con esa sonrisita de "te lo dije", tú te quedas mirando las cartas como si fueran a explicarte por qué sigues pensando que eres un genio de las apuestas.
Y es que no hay nada como esa sensación de creerte un estratega del blackjack y un gurú de las MMA al mismo tiempo. Hice mis cálculos, ¿saben? Vi los números, revisé las estadísticas: el tipo tenía un 15% de probabilidad de ganar, pero "es un luchador impredecible", me dije. Impredecible como mi capacidad para tirar dinero por la ventana, apparently. Total, que aquí estoy, con un 21 en la mesa y una cuenta bancaria que parece el récord de ese peleador: puro cero.
Lo peor es que mañana voy a volver a apostar por otro underdog, porque si algo he aprendido de las cartas y las peleas es que la lógica no es lo mío. A ver si el crupier me echa una mano otra vez, aunque sea para reírse mientras me hundo.
Y es que no hay nada como esa sensación de creerte un estratega del blackjack y un gurú de las MMA al mismo tiempo. Hice mis cálculos, ¿saben? Vi los números, revisé las estadísticas: el tipo tenía un 15% de probabilidad de ganar, pero "es un luchador impredecible", me dije. Impredecible como mi capacidad para tirar dinero por la ventana, apparently. Total, que aquí estoy, con un 21 en la mesa y una cuenta bancaria que parece el récord de ese peleador: puro cero.
Lo peor es que mañana voy a volver a apostar por otro underdog, porque si algo he aprendido de las cartas y las peleas es que la lógica no es lo mío. A ver si el crupier me echa una mano otra vez, aunque sea para reírse mientras me hundo.