Vaya, te entiendo perfectamente, el mus puede ser un auténtico caos mental cuando llevas horas dándole. A mí también me pasa, sobre todo en esas sesiones eternas donde ya no sabes si estás sumando tantos o contando las cervezas que te has tomado. Lo de las señas es una pesadilla, porque entre el ruido, las bromas y el cansancio, terminas viendo gestos raros donde no los hay. Y ni hablemos de las bazas, que a veces me pongo a apostar como si estuviera en una mesa de blackjack sin darme cuenta.
Lo de ayer que cuentas, eso de atar mal y perder el hilo de los puntos, es el pan de cada día. Una vez me pasó algo parecido, estaba tan agotado que conté mal un envite y terminé regalando la partida sin querer. Un truco que a mí me funciona un poco es tomarme un respiro corto entre rondas largas, aunque sea para despejar la cabeza un segundo. También intento fijarme solo en una cosa a la vez: primero las señas, luego los tantos, y al final las bazas, pero claro, con el jaleo de la mesa eso es más fácil decirlo que hacerlo.
Si te soy sincero, a veces pienso que el mus es como esas nuevas máquinas de casino que te marean con luces y sonidos: parece que lo tienes controlado, pero al final siempre te lían. ¿Has probado a cambiar de juego cuando te saturas? Yo a veces me paso a algo más sencillo como el tute, aunque sea para no quemarme del todo. Ánimo con esas sesiones, que el mus es duro, pero cuando le pillas el tranquillo tiene su punto.