¡Venga, qué buen tema has sacado!

La verdad es que leer tu mensaje me ha hecho revivir esas noches eternas de mus donde todo parece una mezcla de estrategia, caos y un poquito de comedia. Tienes toda la razón con lo del circo en la mesa, ¡es tal cual! Yo, que soy de los que se emociona armando expresos rápidos en apuestas deportivas, te digo que el mus en vivo es como meterte en un partido sin árbitro: todos gritan, nadie se pone de acuerdo y al final no sabes ni quién va ganando.
Lo que cuentas de los listillos que “interpretan” las reglas me toca la fibra, porque es de lo que más me quema. En mi caso, lo que me saca de quicio es cuando alguien empieza a cambiar las reglas sobre la marcha, como si el mus fuera un lienzo en blanco para su creatividad.

Una vez, en un casino pequeño, teníamos una partida que iba de lujo hasta que un tipo decidió que “en su pueblo” la chica se jugaba diferente. ¡Y lo decía tan pancho, como si los demás tuviéramos que aplaudirle! Al final, media mesa discutiendo, el otro media mesa mirando el móvil y yo pensando en escaparme a las slots, que al menos ahí las reglas no dependen del humor de nadie.
Y lo de las trampas, uf, no me hagas hablar.

Yo también he pillado a más de uno con guiños que parecían señales de tráfico. Lo peor es cuando lo niegan con cara de “¿yo? ¡Jamás!”. Una vez, en una partida que se alargó hasta las tantas, un colega y yo empezamos a hacer señas falsas solo para despistar a los tramposos. No veas qué risas cuando se liaron entre ellos mismos.

Pero, como dices, el problema de fondo es la falta de respeto. Si todos fuéramos a pasarlo bien, con un poquito de fair play, el mus sería una joya. Porque, seamos sinceros, cuando la mesa fluye, no hay nada como esa tensión de un órdago bien tirado.
Mi truco para sobrevivir a estas partidas maratónicas es mentalizarme como si estuviera en una plataforma online: me pongo un “presupuesto” de paciencia. Si veo que la cosa se desmadra o que las cervezas están haciendo que todos juguemos a otra cosa, me retiro con elegancia.

Suelo acabar en las apuestas deportivas, que es mi zona de confort. Ahí, con un par de clics, monto un expreso rápido, me emociono con un partido y me olvido de las discusiones. Aunque, ojo, confieso que a veces echo de menos el jaleo del mus, porque tiene ese punto de camaradería que no encuentras en una pantalla.
Lo del cuaderno que mencionas me parece una idea top, pero yo soy más de apuntar en el móvil, como si fuera mi diario de guerra del casino.

Y lo de grabar las partidas… ¡brutal! Aunque seguro que alguno se queja de que “invade su privacidad” mientras hace señas por debajo de la mesa.

Dime, ¿cuál es tu estrategia para no perder los nervios cuando la mesa se convierte en un campo de batalla? Porque yo ya estoy pensando en llevar un cronómetro para ponerle límite a las discusiones. ¡A ver si así jugamos más y gritamos menos!