Oye, ¿quién necesita bolas de bingo cayendo en patrones cósmicos cuando tienes el poder del flat-bet? Siempre apuesto lo mismo, como un monje en trance, y el bingo parece susurrarme secretos. No es magia, pero tampoco locura; es como bailar con la suerte sin pisarle los pies. ¿Alguien más probó esta danza de apuestas planas?