Qué tal, compañeros de apuestas, aquí va una de esas historias que suenan a gloria, pero con un giro que te hace reír por no llorar. Hace unas semanas, me lancé con todo a apostar por los All Blacks contra unos pobres diablos que ni siquiera voy a nombrar, porque, vamos, ¿quién duda de los kiwis en un buen día? La cosa es que la casa de apuestas tenía una de esas promociones rimbombantes: "Si tu equipo gana por más de 20 puntos, te damos una cerveza gratis". Analicé el partido como si fuera un maldito experto en rugby, revisé estadísticas, alineaciones, hasta el clima en Auckland. Todo pintaba para una paliza histórica.
Y sí, los All Blacks destrozaron al rival, 45-10, una masacre en toda regla. Yo, frotándome las manos, ya imaginaba mi cerveza helada mientras veía el resumen del partido. Fui a reclamar mi "gran premio" y ¿saben qué? La casa de apuestas me dio un vale... para una cerveza sin alcohol. Sí, sin alcohol. Qué manera de arruinar una victoria épica. Terminé celebrando con una bebida que sabía a agua con complejo de inferioridad, cortesía de esos genios del marketing que saben cómo vendernos el cielo y entregarnos una patada en el trasero. Gané la apuesta, sí, pero la próxima vez me lo pienso dos veces antes de caer en esas trampas disfrazadas de oferta.
Y sí, los All Blacks destrozaron al rival, 45-10, una masacre en toda regla. Yo, frotándome las manos, ya imaginaba mi cerveza helada mientras veía el resumen del partido. Fui a reclamar mi "gran premio" y ¿saben qué? La casa de apuestas me dio un vale... para una cerveza sin alcohol. Sí, sin alcohol. Qué manera de arruinar una victoria épica. Terminé celebrando con una bebida que sabía a agua con complejo de inferioridad, cortesía de esos genios del marketing que saben cómo vendernos el cielo y entregarnos una patada en el trasero. Gané la apuesta, sí, pero la próxima vez me lo pienso dos veces antes de caer en esas trampas disfrazadas de oferta.