Qué día tan sombrío ayer en el hipódromo. Uno llega con la esperanza de que las carreras te devuelvan algo, un poco de emoción, un respiro en la cuenta, pero no siempre es así. Estaba todo listo: analicé los tiempos de los caballos, revisé el historial de los jinetes, incluso tuve en cuenta el estado de la pista después de las lluvias de la semana pasada. El aire olía a tierra húmeda y a ese nerviosismo que todos compartimos antes de que suene la campana. Pero nada salió como esperaba.
Puse mis fichas en "Rayo de Plata", un caballo que venía de dos victorias consecutivas en carreras cortas. Su jinete, Martín, tiene buena mano y suele sacar lo mejor de sus monturas. La cuota no era mala, 3 a 1, y pensé que era una apuesta sólida. Los primeros metros fueron prometedores, iba tercero, bien posicionado, pero en la curva final se desinfló. No sé si fue el barro o que simplemente no era su día, pero terminó penúltimo. Una decepción total.
Luego intenté recuperar algo con "Luz de Luna", una yegua joven que había mostrado fuerza en entrenamientos. La cuota era más arriesgada, 6 a 1, pero tenía ese presentimiento que a veces nos empuja a jugárnosla. Error mío. Largó mal, nunca encontró ritmo y quedó perdida en el pelotón. Al final, me fui con las manos vacías y el ánimo por el suelo.
Es curioso cómo uno se aferra a la idea de que el próximo boleto será el bueno, como si las carreras fueran una especie de recompensa que tarde o temprano tiene que llegar. Pero ayer no hubo ni rastro de eso. Vi a otros en las gradas, algunos gritando hasta el final, otros mirando el tablero con esa cara de "otra vez será". El hipódromo tiene esa magia, sí, pero también te recuerda que no siempre ganas, por más que estudies las tablas y sigas las estadísticas.
Supongo que días así son parte del juego. Analizaré qué pasó, ajustaré mi estrategia y volveré a intentarlo. Si alguien estuvo ayer en el hipódromo, ¿qué tal les fue? ¿Algún caballo que valga la pena seguir para la próxima? Por ahora, solo me queda sacudirme el polvo y esperar que el sol salga de nuevo en la pista.
Puse mis fichas en "Rayo de Plata", un caballo que venía de dos victorias consecutivas en carreras cortas. Su jinete, Martín, tiene buena mano y suele sacar lo mejor de sus monturas. La cuota no era mala, 3 a 1, y pensé que era una apuesta sólida. Los primeros metros fueron prometedores, iba tercero, bien posicionado, pero en la curva final se desinfló. No sé si fue el barro o que simplemente no era su día, pero terminó penúltimo. Una decepción total.
Luego intenté recuperar algo con "Luz de Luna", una yegua joven que había mostrado fuerza en entrenamientos. La cuota era más arriesgada, 6 a 1, pero tenía ese presentimiento que a veces nos empuja a jugárnosla. Error mío. Largó mal, nunca encontró ritmo y quedó perdida en el pelotón. Al final, me fui con las manos vacías y el ánimo por el suelo.
Es curioso cómo uno se aferra a la idea de que el próximo boleto será el bueno, como si las carreras fueran una especie de recompensa que tarde o temprano tiene que llegar. Pero ayer no hubo ni rastro de eso. Vi a otros en las gradas, algunos gritando hasta el final, otros mirando el tablero con esa cara de "otra vez será". El hipódromo tiene esa magia, sí, pero también te recuerda que no siempre ganas, por más que estudies las tablas y sigas las estadísticas.
Supongo que días así son parte del juego. Analizaré qué pasó, ajustaré mi estrategia y volveré a intentarlo. Si alguien estuvo ayer en el hipódromo, ¿qué tal les fue? ¿Algún caballo que valga la pena seguir para la próxima? Por ahora, solo me queda sacudirme el polvo y esperar que el sol salga de nuevo en la pista.