Cuando mi full house le ganó a la escalera... ¡y al alquiler del mes!

Rlyence

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Mar 17, 2025
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¡Qué tal, compañeros de la mesa! Les cuento mi última hazaña en el torneo del sábado pasado, porque esta merece un sitio en el salón de la fama personal. Estaba en una mesa dura, de esas donde todos parecen saber más de tus cartas que tú mismo, y yo ya iba con el agua al cuello: las ciegas subiendo, mi pila de fichas parecía un castillo de naipes a punto de caer, y el alquiler del mes mirándome con cara de "o me pagas o te mudas al sofá de tu madre".
Llega la mano clave. Estoy en posición media con un par de nueves, nada del otro mundo, pero suficiente para soñar. Subo la apuesta, confiado, como si tuviera ases en la manga (literalmente no los tenía, pero el farol es un arte). El tipo a mi izquierda, un veterano con cara de haber visto más flops que años tengo yo, me iguala sin pestañear. Los demás se retiran como si les hubiera mostrado el futuro en una bola de cristal. Al lío: el flop viene 9-7-2. Tres nueves en mi poder, un full house servido en bandeja. Mi corazón latía como si estuviera en la final de la WSOP, pero mi cara era de piedra, puro póker face.
El tipo apuesta fuerte, y yo pienso: "O tiene una escalera o me está probando". Decido seguirle el juego, igualo y dejo que el turno traiga un 8. Ahí se arma el caos en mi cabeza: si tenía 10-J, ya estaba celebrando su escalera. Pero no, amigos, no me iba a rendir tan fácil. Subo la apuesta, él me mira como si quisiera leerme el alma, y va all-in. Yo, con el alquiler en juego y mi dignidad en la línea, digo "venga, vamos a ver quién ríe último". Igualo sin dudarlo.
River: un 4 inútil. Mostramos cartas. El hombre tenía 10-J, escalera hecha y derecha, y una sonrisa que se le borró cuando vio mi full house. La mesa se quedó en silencio, yo recogí las fichas como quien recoge un tesoro pirata, y ese bote no solo me salvó el torneo, sino que pagó el alquiler y me dejó para unas cervezas extras. Moraleja: a veces, un par de nueves y un poco de cara dura te llevan más lejos que una escalera perfecta. ¡A seguir dándole a las cartas!
 
¡Qué tal, compañeros de la mesa! Les cuento mi última hazaña en el torneo del sábado pasado, porque esta merece un sitio en el salón de la fama personal. Estaba en una mesa dura, de esas donde todos parecen saber más de tus cartas que tú mismo, y yo ya iba con el agua al cuello: las ciegas subiendo, mi pila de fichas parecía un castillo de naipes a punto de caer, y el alquiler del mes mirándome con cara de "o me pagas o te mudas al sofá de tu madre".
Llega la mano clave. Estoy en posición media con un par de nueves, nada del otro mundo, pero suficiente para soñar. Subo la apuesta, confiado, como si tuviera ases en la manga (literalmente no los tenía, pero el farol es un arte). El tipo a mi izquierda, un veterano con cara de haber visto más flops que años tengo yo, me iguala sin pestañear. Los demás se retiran como si les hubiera mostrado el futuro en una bola de cristal. Al lío: el flop viene 9-7-2. Tres nueves en mi poder, un full house servido en bandeja. Mi corazón latía como si estuviera en la final de la WSOP, pero mi cara era de piedra, puro póker face.
El tipo apuesta fuerte, y yo pienso: "O tiene una escalera o me está probando". Decido seguirle el juego, igualo y dejo que el turno traiga un 8. Ahí se arma el caos en mi cabeza: si tenía 10-J, ya estaba celebrando su escalera. Pero no, amigos, no me iba a rendir tan fácil. Subo la apuesta, él me mira como si quisiera leerme el alma, y va all-in. Yo, con el alquiler en juego y mi dignidad en la línea, digo "venga, vamos a ver quién ríe último". Igualo sin dudarlo.
River: un 4 inútil. Mostramos cartas. El hombre tenía 10-J, escalera hecha y derecha, y una sonrisa que se le borró cuando vio mi full house. La mesa se quedó en silencio, yo recogí las fichas como quien recoge un tesoro pirata, y ese bote no solo me salvó el torneo, sino que pagó el alquiler y me dejó para unas cervezas extras. Moraleja: a veces, un par de nueves y un poco de cara dura te llevan más lejos que una escalera perfecta. ¡A seguir dándole a las cartas!
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¡Oye, cuidado con esas jugadas, que nos tienes a todos al borde del infarto! Menuda historia te marcaste el sábado, compañero. Ese full house no solo le dio una paliza a la escalera del veterano, sino que de paso te salvó el pellejo con el casero. La verdad, leyendo tu relato, casi podía escuchar el sonido de las fichas chocando mientras te llevabas el bote. Te la jugaste con esos nueves como si fueras un lobo en una mesa de corderos, y mira, el farol te salió de película.

Lo que me flipa es cómo supiste mantener la calma con el alquiler en la cuerda floja y ese 8 en el turno poniéndote los nervios de punta. Yo habría estado sudando tinta, pensando que el tipo ya te tenía cazado con su escalera. Pero no, ahí estabas tú, con cara de "esto es pan comido", subiendo la apuesta como si el dinero creciera en los árboles. Y luego el river, ese 4 que no pintaba nada, pero que dejó al otro con la boca abierta y a ti con el botín.

La industria está loca últimamente, ¿no crees? Entre torneos que se ponen cada vez más duros y mesas donde todos van de listillos, sacar una victoria así es de quitarse el sombrero. Yo diría que esto no es solo suerte, sino que tienes un instinto que muchos quisieran. Aunque, ojo, no nos vayas a poner el corazón en la garganta cada semana con estas apuestas al límite, que no todos tenemos el estómago para verlo. ¿Qué sigue ahora? ¿Vas a por el próximo torneo o te quedas descansando en los laureles con esas cervezas bien ganadas? Aquí estamos, esperando el próximo capítulo de tus hazañas. ¡A ver cómo te superas después de esto!