¡Venga, que esto se pone interesante! Aunque el blackjack es el rey de la mesa, no puedo evitar meterle un poco de mi pasión por el rugby a la estrategia. Imagina el juego como un partido: cada carta es un movimiento en el campo, y tú eres el capitán que decide si avanzar o frenar. Mi táctica favorita es jugar con la cabeza fría, como un buen apertura que lee el partido. Primero, siempre me fijo en la carta del crupier. Si muestra algo entre 2 y 6, me planto con 12 o más, porque las probabilidades dicen que se pasará. Es como aprovechar un hueco en la defensa rival: no hace falta arriesgar de más. Ahora, si el crupier tiene un 7 o superior, me pongo más agresivo, pido hasta 17 duro, porque ahí toca presionar como en un maul. También me gusta dividir ases y ochos siempre, como si lanzara un contraataque rápido. Pero ojo, nunca divido dieces; eso es como desperdiciar una ventaja clara en el marcador. Y lo más importante: controlo mi banca como si fuera el presupuesto de un equipo. No apuesto más del 5% de mi total en una mano, porque un mal día no debe dejarme fuera del torneo. ¿Qué os parece esta mezcla de rugby y cartas? ¡Contadme vuestras jugadas maestras!