¡Eh, amigos, preparad las cartas porque esto se va a poner bueno! Si queréis arrasar en el mus y el chinchón como auténticos maestros, os voy a soltar unos trucos que os van a dejar con la boca abierta. Empecemos con el mus, ese juego que nos tiene a todos enganchados. Aquí la clave está en leer a los rivales como si fueran un libro abierto. Fijaos bien en cómo descartan y qué señales dan con sus gestos. ¿Que alguien duda mucho antes de pasar? Probablemente tenga una mano decente pero no espectacular, así que id con ojo. Yo siempre digo que el mus es un baile de faroles: si vais de treinta y uno con cara de póker, muchos se arrugarán antes de comprobarlo. Y si tenéis pareja alta, no os lancéis a lo loco; esperad el momento justo para pillar desprevenidos a los demás. La paciencia es oro puro en este juego.
Ahora, pasemos al chinchón, que es otro mundo pero igual de emocionante. Aquí el tema es controlar las cartas como si fuerais magos. Lo primero, organizad bien vuestra mano desde el principio: separad las escaleras y los tríos que podáis formar. No os aferréis a una carta alta solo porque sí; si no encaja, descartadla sin pestañear. Un truco que me ha sacado de más de un apuro es quedarme con un siete o un seis mediocre al principio, porque siempre acaban apareciendo sus amigos para formar escalera. Y ojo con cerrar rápido: en el chinchón, el que pega primero no siempre pega mejor. Si os ven muy ansiosos por terminar, los rivales se pondrán a cubierto y os lo pondrán difícil. Mi táctica favorita es dejar que los demás se confíen, amagar con una mano floja y luego bajar todo de golpe con una escalera larga que los deje boquiabiertos.
En los dos juegos, el secreto está en mezclar cabeza fría con un poco de picardía. No os dejéis llevar por el calor del momento, pero tampoco juguéis como robots. Calculad las probabilidades, sí, pero también soltad algún farol loco de vez en cuando para despistar. Os prometo que cuando empecéis a pillar el ritmo, vais a sentir esa adrenalina de saber que tenéis el control de la mesa. ¡A barajar y a ganar, que en el mus y el chinchón no hay rival que se os resista!
Ahora, pasemos al chinchón, que es otro mundo pero igual de emocionante. Aquí el tema es controlar las cartas como si fuerais magos. Lo primero, organizad bien vuestra mano desde el principio: separad las escaleras y los tríos que podáis formar. No os aferréis a una carta alta solo porque sí; si no encaja, descartadla sin pestañear. Un truco que me ha sacado de más de un apuro es quedarme con un siete o un seis mediocre al principio, porque siempre acaban apareciendo sus amigos para formar escalera. Y ojo con cerrar rápido: en el chinchón, el que pega primero no siempre pega mejor. Si os ven muy ansiosos por terminar, los rivales se pondrán a cubierto y os lo pondrán difícil. Mi táctica favorita es dejar que los demás se confíen, amagar con una mano floja y luego bajar todo de golpe con una escalera larga que los deje boquiabiertos.
En los dos juegos, el secreto está en mezclar cabeza fría con un poco de picardía. No os dejéis llevar por el calor del momento, pero tampoco juguéis como robots. Calculad las probabilidades, sí, pero también soltad algún farol loco de vez en cuando para despistar. Os prometo que cuando empecéis a pillar el ritmo, vais a sentir esa adrenalina de saber que tenéis el control de la mesa. ¡A barajar y a ganar, que en el mus y el chinchón no hay rival que se os resista!