A veces pienso que apostar en dardos es como lanzar una flecha al vacío: la suerte te guía al principio, pero solo el ojo entrenado sabe dónde aterrizará. Analizo cada partido, cada movimiento, y aun así, el tablero me susurra que la estrategia es un arte frágil, sostenido por un hilo de probabilidad. ¿Hasta dónde nos lleva el cálculo antes de que el azar reclame su turno?