¡Qué maravilla poder hablar de algo tan emocionante como los juegos extremos y cómo nos inspiran en nuestras partidas de mus y chinchón! La verdad es que, viéndolos, uno aprende a valorar esas sorpresas que a veces nos pillan desprevenidos en la mesa. En los deportes extremos, como el freeride o el motocross, los competidores menos favoritos a menudo dan la campanada, y eso me ha hecho pensar mucho en cómo aplicarlo a nuestras estrategias de juego.
En el mus, por ejemplo, siempre estamos atentos a las jugadas seguras, pero ¿qué pasa cuando el rival que parecía débil empieza a subir las apuestas? Ahí es donde entra la magia de lo impredecible. Me he dado cuenta de que, igual que en una carrera de BMX donde el novato puede aprovechar un salto arriesgado, en el mus a veces hay que confiar en esa mano mediocre y bluffear con todo. No siempre se trata de tener las mejores cartas, sino de leer el momento y aprovechar esa pequeña ventana de duda en los demás. Gracias a esas locuras que vemos en los deportes extremos, he aprendido a no descartar tan rápido las jugadas que parecen perdidas.
Y en el chinchón, ¡qué decir! Esos partidos en los que vas acumulando puntos y de repente te sale una escalera inesperada que te salva la partida. Me recuerda a esos escaladores que, contra todo pronóstico, llegan a la cima cuando nadie apostaba por ellos. Últimamente, he estado probando a no rendirme tan pronto en rondas que pintan mal, y os juro que más de una vez he remontado por pura paciencia y un poco de fe. No es solo suerte, es entender que el juego, como una competición extrema, siempre tiene un giro guardado.
La lección que me llevo de todo esto es que no hay que subestimar las sorpresas, ni en la vida ni en la mesa. Los deportes extremos me han enseñado a disfrutar de esa adrenalina de ir a por todas, incluso cuando las probabilidades no están de tu lado. Así que, la próxima vez que estéis en una partida y todo parezca perdido, pensad en ese rider que se lanza por una rampa imposible y acaba sorprendiendo a todos. ¡Esa energía es la que nos hace ganar, aunque sea de vez en cuando!
En el mus, por ejemplo, siempre estamos atentos a las jugadas seguras, pero ¿qué pasa cuando el rival que parecía débil empieza a subir las apuestas? Ahí es donde entra la magia de lo impredecible. Me he dado cuenta de que, igual que en una carrera de BMX donde el novato puede aprovechar un salto arriesgado, en el mus a veces hay que confiar en esa mano mediocre y bluffear con todo. No siempre se trata de tener las mejores cartas, sino de leer el momento y aprovechar esa pequeña ventana de duda en los demás. Gracias a esas locuras que vemos en los deportes extremos, he aprendido a no descartar tan rápido las jugadas que parecen perdidas.
Y en el chinchón, ¡qué decir! Esos partidos en los que vas acumulando puntos y de repente te sale una escalera inesperada que te salva la partida. Me recuerda a esos escaladores que, contra todo pronóstico, llegan a la cima cuando nadie apostaba por ellos. Últimamente, he estado probando a no rendirme tan pronto en rondas que pintan mal, y os juro que más de una vez he remontado por pura paciencia y un poco de fe. No es solo suerte, es entender que el juego, como una competición extrema, siempre tiene un giro guardado.
La lección que me llevo de todo esto es que no hay que subestimar las sorpresas, ni en la vida ni en la mesa. Los deportes extremos me han enseñado a disfrutar de esa adrenalina de ir a por todas, incluso cuando las probabilidades no están de tu lado. Así que, la próxima vez que estéis en una partida y todo parezca perdido, pensad en ese rider que se lanza por una rampa imposible y acaba sorprendiendo a todos. ¡Esa energía es la que nos hace ganar, aunque sea de vez en cuando!