Qué tal, compas del blackjack. Solo paso a contarles cómo las jugadas locas me salvaron la noche. Estaba en una racha pésima, las cartas no venían, y ya me veía fuera. Pero dije, va, hora de soltarle las riendas al instinto. Empecé a doblar en momentos que nadie en su sano juicio lo haría, a separar pares que todos dicen "ni se te ocurra". Y, ¿saben qué? La mesa se dio vuelta. El crupier reventaba una y otra vez, y yo apilando fichas como si nada. No sé si fue suerte o qué, pero esas decisiones salvajes me sacaron del hoyo y terminé la noche con una ganancia que no me esperaba ni en sueños. A veces hay que arriesgarlo todo, ¿no creen? Gracias al blackjack y a esa locura que me dio por probar.