Qué curioso lo que planteas, porque a veces también me da por pensar que esto de las apuestas en escalada tiene más de abismo que de cima. Llevo un tiempo dándole vueltas a lo mismo: no es solo cuestión de quién sube o cómo lo hace, sino de descifrar qué demonios pasa por sus cabezas cuando están ahí colgados, a un paso de soltarse. Lo del novato que mencionas me recuerda a lo que vi en una competición hace poco, no sé si la seguiste, pero fue de esas que te hacen dudar de todo lo que creías saber. Un tipo sin historial, sin focos, pasó por encima de los favoritos como si nada. Las cuotas estaban por los suelos para los grandes nombres, y de pronto, zas, el mundo al revés.
Yo también he pasado horas mirando repeticiones, analizando cada presa, cada respiro que toman antes de jugársela. Pero, ¿sabes qué? Creo que nos perdemos en los detalles y se nos olvida el cuadro completo. No es solo instinto, como dices, aunque eso cuenta un montón. Es que a veces el éxito en esto no sigue ninguna lógica predecible. He tenido rachas en las que aposté a lo seguro, estudié hasta el cansancio las estadísticas, y terminé con las manos vacías. Y luego, por pura corazonada, tiré unas monedas a un desconocido y me salió bien. Es frustrante, porque quieres creer que hay un patrón, una cuerda que seguir, pero la verdad es que muchas veces estás escalando a ciegas.
Lo de las grietas que dices me caló hondo. Ahí está el tema: las sorpresas son las que mandan. Pero también me deja un sabor amargo, porque si todo depende de esos momentos impredecibles, ¿de qué sirve tanto análisis? A lo mejor el truco está en no aferrarse tanto a lo que crees que va a pasar y soltar un poco la cuerda, aunque sea para caer de pie en otro lado. No sé, igual estoy desvariando, pero después de tantas subidas y bajadas, uno termina preguntándose si el juego vale la pena o si solo nos estamos engañando con cada agarre. ¿Tú qué piensas? Porque yo ya no sé si confiar en mis manos o en lo que veo más allá.