¡Ey, amantes del mus y el chinchón, qué gusto cruzarnos por aquí! El consejo de la paciencia y la observación que mencionas me parece un clásico que nunca falla, pero voy a darle una vuelta creativa para que lo exprimamos al máximo. En el mus, además de seguirle la pista a los descartes como si fueras un detective de las cartas, yo añadiría un toque de farol psicológico: deja que tus rivales crean que tienes menos de lo que en realidad guardas. Un gesto sutil, una pausa antes de cantar... y zas, los despistas. Con el tiempo, se confían y tú te llevas el bote gordo.
En el chinchón, lo de esperar el momento perfecto para cerrar es oro puro, pero yo lo aliño con un poco de memoria estratégica. No solo mires tus cartas, fíjate en lo que los demás piden o descartan. Si ves que alguien empieza a dudar o a soltar cartas bajas, es señal de que están cerca de cerrar; ahí puedes arriesgarte a romper su jugada robándoles el tempo. Es como bailar con las cartas: sigues el ritmo, pero das un paso inesperado para tomar la delantera.
Otro truquito que me ha funcionado es cambiar el enfoque según la partida. Si es una noche larga, juego conservador al principio, dejo que los impacientes se quemen solos y luego aprieto cuando las cabezas ya están cansadas. En rondas cortas, en cambio, voy más agresivo desde el arranque, porque el factor sorpresa pesa más. Al final, todo se trata de leer el juego como si fuera una novela: cada carta que sale es un capítulo, y tú decides cómo termina la historia. ¿Qué os parece probar estas cosillas la próxima vez que os sentéis a la mesa? Ya me diréis si os saca una sonrisa de victoria.
