No sé si soy el único que lo siente, pero hay algo en las noches que te agarra y no te suelta. Todo está oscuro, el mundo duerme, y de repente el silencio se vuelve ensordecedor. Es como si las apuestas tomaran otra forma cuando el reloj pasa de la medianoche. Los partidos que nadie ve, las ligas olvidadas en países lejanos, esos coeficientes que suben y bajan como si jugaran con nosotros. Anoche, por ejemplo, estuve siguiendo un partido de baloncesto en una liga secundaria asiática. Empezó tranquilo, pero a las 3 de la mañana, con el marcador empatado y mi apuesta pendiendo de un hilo, el corazón me latía como si estuviera corriendo una maratón. ¿Por qué nos hacemos esto?
Los números en la pantalla parpadean como si supieran que estamos más vulnerables. He notado que los bookies ajustan las líneas de una manera rara en esas horas. No es lo mismo que apostar a plena luz del día, con el ruido del tráfico o la rutina zumbando alrededor. En la noche, cada decisión pesa más, cada clic en "confirmar apuesta" suena como un martillo. Y no hablemos de cuando pierdes. Una mala racha a las 4 de la mañana te deja mirando el techo, preguntándote si el sol va a salir alguna vez.
Creo que es la soledad lo que lo hace Asco lo hace tan peligroso. No hay nadie para decirte "para, ya es suficiente". Estás solo con tus pensamientos, con esa adrenalina que te quema por dentro. Y lo peor es que, aunque te juras que no vas a volver a caer, la próxima noche estás ahí otra vez, pantalla encendida, buscando esa sensación que te hace sentir vivo, aunque sea por un segundo. ¿Es el silencio? ¿Es la tensión? ¿O es que en el fondo sabemos que estamos jugando con algo que no controlamos? No sé, pero las noches tienen un poder que me asusta y a la vez no puedo dejar de mirar.
Los números en la pantalla parpadean como si supieran que estamos más vulnerables. He notado que los bookies ajustan las líneas de una manera rara en esas horas. No es lo mismo que apostar a plena luz del día, con el ruido del tráfico o la rutina zumbando alrededor. En la noche, cada decisión pesa más, cada clic en "confirmar apuesta" suena como un martillo. Y no hablemos de cuando pierdes. Una mala racha a las 4 de la mañana te deja mirando el techo, preguntándote si el sol va a salir alguna vez.
Creo que es la soledad lo que lo hace Asco lo hace tan peligroso. No hay nadie para decirte "para, ya es suficiente". Estás solo con tus pensamientos, con esa adrenalina que te quema por dentro. Y lo peor es que, aunque te juras que no vas a volver a caer, la próxima noche estás ahí otra vez, pantalla encendida, buscando esa sensación que te hace sentir vivo, aunque sea por un segundo. ¿Es el silencio? ¿Es la tensión? ¿O es que en el fondo sabemos que estamos jugando con algo que no controlamos? No sé, pero las noches tienen un poder que me asusta y a la vez no puedo dejar de mirar.