Probando sistemas en el mus: ¿adiós a la suerte y hola a las mates?

Dersontiny

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Mar 17, 2025
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Hola a todos, o mejor dicho, a los que aún no se han rendido ante el caos de las cartas. Llevo un tiempo dándole vueltas al mus, ese juego que nos tiene a todos contando reyes y maldiciendo los doses, y he decidido dejar de lado las plegarias a la suerte para probar algo más terrenal: las matemáticas. No me malinterpretéis, no creo en milagros ni en santos que barajan por mí, así que he estado experimentando con un sistema que, al menos en teoría, debería reducir el factor azar y poner algo de control en mis manos.
La idea es simple pero requiere paciencia. Me he basado en un enfoque probabilístico para gestionar las apuestas y las decisiones en cada ronda. Primero, me fijé en las frecuencias de las cartas altas (reyes, caballos, sotas) frente a las bajas, asumiendo una distribución más o menos predecible tras muchas partidas. En mus, como sabéis, no hay descarte masivo ni baraja infinita, así que el conteo tiene sus límites, pero aún así he intentado ajustar mis jugadas según lo que ya ha salido y lo que podría quedar. Por ejemplo, si en las primeras manos veo muchas cartas bajas entre los descartes o en lo que muestran los rivales, subo la apuesta cuando tengo al menos un par de reyes o mejor, porque las probabilidades de que queden cartas altas en juego aumentan.
Además, he estado probando una especie de progresión controlada en las apuestas. No es la locura de doblar como en la ruleta, porque el mus no te da tanta flexibilidad, pero sí un aumento gradual cuando las manos previas me dan señales de que el mazo puede estar "caliente" para mí. Si pierdo dos rondas seguidas, bajo el ritmo y me limito a apuestas mínimas hasta que el panorama cambie. Todo esto lo he anotado en un cuaderno durante las últimas 30 partidas que jugué con unos amigos, que ya me miran raro por sacar papel y boli en vez de una cerveza.
Los resultados, por ahora, no son revolucionarios, pero sí interesantes. De 30 partidas, gané 17, perdí 10 y empaté 3, lo que me deja un saldo positivo si contamos los puntos. Sin sistema, mi media histórica anda por el 50% de victorias, así que parece que algo de ventaja estoy sacando. El problema es que requiere concentración y memoria, y no siempre estoy para eso después de un día largo. También noto que mis rivales empiezan a sospechar cuando me ven tan calculador, y alguno ya intenta despistarme con faroles más agresivos.
No digo que esto sea la fórmula mágica para arrasar en el mus, porque al final el factor humano y el maldito azar siempre están ahí, pero al menos me da la sensación de que no estoy tirando las cartas al aire como un mono. Si alguien se anima a probar algo parecido o tiene sus propios trucos numéricos, que cuente cómo le va. Por mi parte, seguiré ajustando el sistema y compartiendo lo que salga, si no me aburro antes.
 
Hola a todos, o mejor dicho, a los que aún no se han rendido ante el caos de las cartas. Llevo un tiempo dándole vueltas al mus, ese juego que nos tiene a todos contando reyes y maldiciendo los doses, y he decidido dejar de lado las plegarias a la suerte para probar algo más terrenal: las matemáticas. No me malinterpretéis, no creo en milagros ni en santos que barajan por mí, así que he estado experimentando con un sistema que, al menos en teoría, debería reducir el factor azar y poner algo de control en mis manos.
La idea es simple pero requiere paciencia. Me he basado en un enfoque probabilístico para gestionar las apuestas y las decisiones en cada ronda. Primero, me fijé en las frecuencias de las cartas altas (reyes, caballos, sotas) frente a las bajas, asumiendo una distribución más o menos predecible tras muchas partidas. En mus, como sabéis, no hay descarte masivo ni baraja infinita, así que el conteo tiene sus límites, pero aún así he intentado ajustar mis jugadas según lo que ya ha salido y lo que podría quedar. Por ejemplo, si en las primeras manos veo muchas cartas bajas entre los descartes o en lo que muestran los rivales, subo la apuesta cuando tengo al menos un par de reyes o mejor, porque las probabilidades de que queden cartas altas en juego aumentan.
Además, he estado probando una especie de progresión controlada en las apuestas. No es la locura de doblar como en la ruleta, porque el mus no te da tanta flexibilidad, pero sí un aumento gradual cuando las manos previas me dan señales de que el mazo puede estar "caliente" para mí. Si pierdo dos rondas seguidas, bajo el ritmo y me limito a apuestas mínimas hasta que el panorama cambie. Todo esto lo he anotado en un cuaderno durante las últimas 30 partidas que jugué con unos amigos, que ya me miran raro por sacar papel y boli en vez de una cerveza.
Los resultados, por ahora, no son revolucionarios, pero sí interesantes. De 30 partidas, gané 17, perdí 10 y empaté 3, lo que me deja un saldo positivo si contamos los puntos. Sin sistema, mi media histórica anda por el 50% de victorias, así que parece que algo de ventaja estoy sacando. El problema es que requiere concentración y memoria, y no siempre estoy para eso después de un día largo. También noto que mis rivales empiezan a sospechar cuando me ven tan calculador, y alguno ya intenta despistarme con faroles más agresivos.
No digo que esto sea la fórmula mágica para arrasar en el mus, porque al final el factor humano y el maldito azar siempre están ahí, pero al menos me da la sensación de que no estoy tirando las cartas al aire como un mono. Si alguien se anima a probar algo parecido o tiene sus propios trucos numéricos, que cuente cómo le va. Por mi parte, seguiré ajustando el sistema y compartiendo lo que salga, si no me aburro antes.
Qué tal, compadres del mus, o los que aún resisten el embrollo de las cartas. La verdad, leer tu aventura con el mus me ha dejado pensando, porque yo también estoy harto de que la suerte me dé la espalda como si le debiera algo. Eso de dejar las plegarias y agarrarse a las matemáticas me suena a un grito desesperado por poner orden en este desmadre, y te entiendo. El mus es un juego que te hace sentir que estás a un rey de la gloria o a un dos de la ruina, y ya cansa depender de que las cartas te miren con buenos ojos.

Tu sistema me parece un esfuerzo digno, aunque suene a tarea de esas que te mandan en la escuela. Eso de analizar frecuencias de cartas altas y bajas tiene su lógica, porque al final el mazo no miente, aunque sea finito y te deje con las manos a medio camino. Lo de subir la apuesta cuando ves que el mazo se inclina a tu favor, con reyes o algo decente, lo veo sensato, pero me pregunto cuánto te fías de esos cálculos cuando los rivales empiezan a jugar sucio y a despistarte. Porque, vamos, en el mus todos sabemos que el farol es tan importante como lo que tienes en la mano, y si te pillan con el cuaderno, ya estás muerto.

Lo de la progresión en las apuestas me ha llamado la atención, aunque confieso que me da un poco de vértigo. Subir poco a poco cuando el mazo está "caliente" suena bien, pero bajar el ritmo tras dos pérdidas seguidas me parece más a supervivencia que a victoria. Yo, que vengo del mundo de las apuestas en los Paralímpicos, te diría que ahí también juego con tendencias: si un equipo o un atleta empieza a mostrar patrón, ajusto mi apuesta en consecuencia, pero siempre con un ojo en los números y otro en el instinto. En el mus, sin embargo, me cuesta imaginarme tan frío, porque entre el jaleo de la mesa y las pullas de los amigos, se me iría el santo al cielo.

Tus números no están mal, 17 de 30 es más de lo que muchos sacamos en una noche de mus sin pensar demasiado, pero lo que me frena es eso que dices de la concentración. Yo también llego al juego con la cabeza hecha un lío después de un día largo, y ponerme a contar cartas o a anotar como si fuera un contable me sacaría del rollo. Además, si tus colegas ya te miran raro, pronto te van a empezar a torear con faroles dobles o a esconder más las pistas, y ahí tu sistema podría empezar a cojear. En los Paralímpicos, al menos, los datos son más limpios: tiempos, marcas, estadísticas. En el mus, el factor humano lo ensucia todo.

No sé, me dejas con ganas de probar algo parecido, pero con mi toque. Quizás intentaría simplificarlo, algo como fijarme solo en un par de señales clave por ronda, sin tanto cuaderno, para no perder el alma del juego. Porque al final, por mucho que le eches mates, el mus tiene esa maldita costumbre de recordarte que no controlas nada. Si sigues con esto, cuenta cómo te va, que igual me animo a dejar de lado mi caos habitual y me pongo serio. Pero, la verdad, no prometo nada: entre el azar y yo hay una relación de amor-odio que no sé si quiero romper.
 
Qué tal, compadres del mus, o los que aún resisten el embrollo de las cartas. La verdad, leer tu aventura con el mus me ha dejado pensando, porque yo también estoy harto de que la suerte me dé la espalda como si le debiera algo. Eso de dejar las plegarias y agarrarse a las matemáticas me suena a un grito desesperado por poner orden en este desmadre, y te entiendo. El mus es un juego que te hace sentir que estás a un rey de la gloria o a un dos de la ruina, y ya cansa depender de que las cartas te miren con buenos ojos.

Tu sistema me parece un esfuerzo digno, aunque suene a tarea de esas que te mandan en la escuela. Eso de analizar frecuencias de cartas altas y bajas tiene su lógica, porque al final el mazo no miente, aunque sea finito y te deje con las manos a medio camino. Lo de subir la apuesta cuando ves que el mazo se inclina a tu favor, con reyes o algo decente, lo veo sensato, pero me pregunto cuánto te fías de esos cálculos cuando los rivales empiezan a jugar sucio y a despistarte. Porque, vamos, en el mus todos sabemos que el farol es tan importante como lo que tienes en la mano, y si te pillan con el cuaderno, ya estás muerto.

Lo de la progresión en las apuestas me ha llamado la atención, aunque confieso que me da un poco de vértigo. Subir poco a poco cuando el mazo está "caliente" suena bien, pero bajar el ritmo tras dos pérdidas seguidas me parece más a supervivencia que a victoria. Yo, que vengo del mundo de las apuestas en los Paralímpicos, te diría que ahí también juego con tendencias: si un equipo o un atleta empieza a mostrar patrón, ajusto mi apuesta en consecuencia, pero siempre con un ojo en los números y otro en el instinto. En el mus, sin embargo, me cuesta imaginarme tan frío, porque entre el jaleo de la mesa y las pullas de los amigos, se me iría el santo al cielo.

Tus números no están mal, 17 de 30 es más de lo que muchos sacamos en una noche de mus sin pensar demasiado, pero lo que me frena es eso que dices de la concentración. Yo también llego al juego con la cabeza hecha un lío después de un día largo, y ponerme a contar cartas o a anotar como si fuera un contable me sacaría del rollo. Además, si tus colegas ya te miran raro, pronto te van a empezar a torear con faroles dobles o a esconder más las pistas, y ahí tu sistema podría empezar a cojear. En los Paralímpicos, al menos, los datos son más limpios: tiempos, marcas, estadísticas. En el mus, el factor humano lo ensucia todo.

No sé, me dejas con ganas de probar algo parecido, pero con mi toque. Quizás intentaría simplificarlo, algo como fijarme solo en un par de señales clave por ronda, sin tanto cuaderno, para no perder el alma del juego. Porque al final, por mucho que le eches mates, el mus tiene esa maldita costumbre de recordarte que no controlas nada. Si sigues con esto, cuenta cómo te va, que igual me animo a dejar de lado mi caos habitual y me pongo serio. Pero, la verdad, no prometo nada: entre el azar y yo hay una relación de amor-odio que no sé si quiero romper.
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