A veces, mirando desde la grada, uno se pregunta si realmente vale la pena meterse de lleno en esas promesas de los programas VIP. Te ofrecen bonos más jugosos, límites altos y un trato especial que suena a gloria, pero, ¿y qué? Al final, sigues girando la ruleta, esperando que la bola caiga en tu número. Para los que nos gusta apostar con calma, disfrutando del juego sin prisas, esos beneficios parecen más un espejismo que una ventaja real. No sé, tal vez estoy cansado de ilusionarme con "exclusividades" que no cambian la esencia del asunto. ¿Alguien siente que el VIP le da algo más que un par de palmaditas en la espalda?