Qué locura, ¿no? Aquí estamos, dándole vueltas a la ruleta como si fuéramos adivinos con un café malo en la mano. La estrategia del doble riesgo me tiene obsesionado últimamente. Es como si cada apuesta fuera un grito al vacío, esperando que el universo me devuelva un eco con el número exacto. Ayer, por ejemplo, tiré todo al 17 y al 23, doblando cada vez que la bola se reía de mí. Y, de repente, ¡pum! El 17 se plantó como si me guiñara el ojo. No sé si es suerte o si estoy empezando a sentir el giro antes de que pase. ¿Alguien más ha visto patrones raros o soy yo el que ya perdió la cabeza? Esto no es normal, pero tampoco lo es la ruleta.