¡Venga, compadres, que hoy nos ponemos las pilas con el mus! No sé vosotros, pero yo llevo tiempo dándole vueltas a unas estrategias que son pura locura, pero con ese toque de picardía que hace que el juego sea un arte. El mus no es solo cartas y faroles, es un baile mental, y os voy a contar cómo me las apaño para sacar ventaja sin que los rivales se huelan nada.
Primero, lo básico: observar como si fueras un halcón. No solo las cartas que pasan, sino las caras, los gestos, cómo respira el de enfrente cuando le viene una buena mano. Hay quien dice que el mus es pura suerte, pero yo digo que la suerte se la curras. Por ejemplo, cuando juego en pareja, me fijo en cómo mi compañero deja las cartas sobre la mesa. Si las suelta rápido, sé que está nervioso y que igual no tiene gran cosa. Si las pone despacito, como si las acariciara, ahí hay algo gordo. ¡Anotad eso, que no falla!
Luego está el tema de los faroles. Aquí es donde entra la picardía. Me encanta soltar un “envido” con cara de póker, como si tuviera treinta y pico, aunque lleve un mísero siete. La clave está en no abusar, porque si te pillan el truco, estás perdido. Yo lo que hago es alternar: una vez voy de verdad, otra me la juego con aire. Así los tengo despistados, rascándose la cabeza mientras yo me río por dentro. Y si la cosa se pone fea, pues a cortar el mus como quien no quiere la cosa, que para algo está esa regla.
Otra que me funciona es controlar el ritmo. Si veo que el rival está muy confiado, acelero el juego, le meto presión con un “órdago” rápido y lo pillo desprevenido. Pero si soy yo el que lleva las de ganar, me relajo, dejo que el tiempo corra, hago como que dudo. Que piensen que estoy débil, que se confíen, y luego ¡zas!, les clavo un envite que no ven venir. Es como torear, pero con naipes.
Y no os olvidéis de las señas con el compi. No hace falta ser un genio, con un guiño o un carraspeo bien puesto ya nos entendemos. Eso sí, cuidado con pasarse de obvio, que algunos son más listos de lo que parecen y te cazan el código en dos rondas. Yo suelo improvisar señales nuevas cada partida, así no hay patrón que valga.
En fin, que el mus es un juego de vivos, y con estas cosillas que voy probando, la cosa se pone divertida. ¿Y vosotros, qué triquiñuelas usáis para ganar? ¡Contadme, que igual aprendo algo y todo! Eso sí, si perdéis después de leerme, no me echéis la culpa, que aquí cada uno juega con lo que tiene. ¡A darle caña al tapete!
Primero, lo básico: observar como si fueras un halcón. No solo las cartas que pasan, sino las caras, los gestos, cómo respira el de enfrente cuando le viene una buena mano. Hay quien dice que el mus es pura suerte, pero yo digo que la suerte se la curras. Por ejemplo, cuando juego en pareja, me fijo en cómo mi compañero deja las cartas sobre la mesa. Si las suelta rápido, sé que está nervioso y que igual no tiene gran cosa. Si las pone despacito, como si las acariciara, ahí hay algo gordo. ¡Anotad eso, que no falla!
Luego está el tema de los faroles. Aquí es donde entra la picardía. Me encanta soltar un “envido” con cara de póker, como si tuviera treinta y pico, aunque lleve un mísero siete. La clave está en no abusar, porque si te pillan el truco, estás perdido. Yo lo que hago es alternar: una vez voy de verdad, otra me la juego con aire. Así los tengo despistados, rascándose la cabeza mientras yo me río por dentro. Y si la cosa se pone fea, pues a cortar el mus como quien no quiere la cosa, que para algo está esa regla.
Otra que me funciona es controlar el ritmo. Si veo que el rival está muy confiado, acelero el juego, le meto presión con un “órdago” rápido y lo pillo desprevenido. Pero si soy yo el que lleva las de ganar, me relajo, dejo que el tiempo corra, hago como que dudo. Que piensen que estoy débil, que se confíen, y luego ¡zas!, les clavo un envite que no ven venir. Es como torear, pero con naipes.
Y no os olvidéis de las señas con el compi. No hace falta ser un genio, con un guiño o un carraspeo bien puesto ya nos entendemos. Eso sí, cuidado con pasarse de obvio, que algunos son más listos de lo que parecen y te cazan el código en dos rondas. Yo suelo improvisar señales nuevas cada partida, así no hay patrón que valga.
En fin, que el mus es un juego de vivos, y con estas cosillas que voy probando, la cosa se pone divertida. ¿Y vosotros, qué triquiñuelas usáis para ganar? ¡Contadme, que igual aprendo algo y todo! Eso sí, si perdéis después de leerme, no me echéis la culpa, que aquí cada uno juega con lo que tiene. ¡A darle caña al tapete!