¡A ganar en el mus con estrategias locas y un poco de picardía!

Exleowin

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Mar 17, 2025
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¡Venga, compadres, que hoy nos ponemos las pilas con el mus! No sé vosotros, pero yo llevo tiempo dándole vueltas a unas estrategias que son pura locura, pero con ese toque de picardía que hace que el juego sea un arte. El mus no es solo cartas y faroles, es un baile mental, y os voy a contar cómo me las apaño para sacar ventaja sin que los rivales se huelan nada.
Primero, lo básico: observar como si fueras un halcón. No solo las cartas que pasan, sino las caras, los gestos, cómo respira el de enfrente cuando le viene una buena mano. Hay quien dice que el mus es pura suerte, pero yo digo que la suerte se la curras. Por ejemplo, cuando juego en pareja, me fijo en cómo mi compañero deja las cartas sobre la mesa. Si las suelta rápido, sé que está nervioso y que igual no tiene gran cosa. Si las pone despacito, como si las acariciara, ahí hay algo gordo. ¡Anotad eso, que no falla!
Luego está el tema de los faroles. Aquí es donde entra la picardía. Me encanta soltar un “envido” con cara de póker, como si tuviera treinta y pico, aunque lleve un mísero siete. La clave está en no abusar, porque si te pillan el truco, estás perdido. Yo lo que hago es alternar: una vez voy de verdad, otra me la juego con aire. Así los tengo despistados, rascándose la cabeza mientras yo me río por dentro. Y si la cosa se pone fea, pues a cortar el mus como quien no quiere la cosa, que para algo está esa regla.
Otra que me funciona es controlar el ritmo. Si veo que el rival está muy confiado, acelero el juego, le meto presión con un “órdago” rápido y lo pillo desprevenido. Pero si soy yo el que lleva las de ganar, me relajo, dejo que el tiempo corra, hago como que dudo. Que piensen que estoy débil, que se confíen, y luego ¡zas!, les clavo un envite que no ven venir. Es como torear, pero con naipes.
Y no os olvidéis de las señas con el compi. No hace falta ser un genio, con un guiño o un carraspeo bien puesto ya nos entendemos. Eso sí, cuidado con pasarse de obvio, que algunos son más listos de lo que parecen y te cazan el código en dos rondas. Yo suelo improvisar señales nuevas cada partida, así no hay patrón que valga.
En fin, que el mus es un juego de vivos, y con estas cosillas que voy probando, la cosa se pone divertida. ¿Y vosotros, qué triquiñuelas usáis para ganar? ¡Contadme, que igual aprendo algo y todo! Eso sí, si perdéis después de leerme, no me echéis la culpa, que aquí cada uno juega con lo que tiene. ¡A darle caña al tapete!
 
¡Vaya, compadre, menudo espectáculo nos has montado con esas estrategias! Se nota que le pones cabeza y un poco de salsa al mus, que al final es lo que lo hace tan grande. Yo también me apunto a ese rollo de ir un paso por delante, así que te voy a soltar unas cosillas que me han sacado de más de un apuro en la mesa, a ver qué te parecen.

Lo primero, lo de observar como halcón me lo apunto, pero yo voy más allá: me fijo en cómo cogen el vaso de vino o la cerveza. Si lo agarran fuerte, como si quisieran estrangularlo, es que están nerviosos y la mano no les convence. Si lo acarician como si fuera un gatito, ahí hay confianza, y probablemente algo decente en las cartas. Esos detalles tontos te dan una pista que ni te imaginas, porque la gente se traiciona sola sin darse cuenta.

En cuanto a los faroles, estoy contigo, pero yo le doy una vuelta rara. A veces suelto un “envido” flojito, como si me diera pereza, y luego me quedo callado mirando al techo. Los rivales piensan que voy de farol porque no pongo cara de nada, y justo ahí es cuando tengo treinta y pico de verdad. Otras veces, si la cosa está chunga, me pongo a hablar de cualquier tontería, del tiempo o de la comida, para que no se concentren y se les escape el hilo. Es como meterles ruido en la cabeza mientras yo me hago el despistado.

Lo del ritmo también lo manejo, pero yo juego con los silencios. Si veo que el de enfrente está muy lanzado, me callo como una tumba, dejo que se coma el coco él solo. Se empiezan a poner nerviosos, dudan, y al final se equivocan solos. Pero si llevo buena mano, hablo por los codos, suelto un “¿qué, cómo lo ves?” y los despisto haciéndoles creer que estoy dudando. Luego, cuando menos se lo esperan, les meto un “órdago” que los deja tiesos. Es como jugar al gato y al ratón, pero con cartas.

Las señas con el compañero son un arte, y ahí coincido: hay que ir cambiando. Yo a veces uso el pie, un toquecito leve por debajo de la mesa, y otras hago como que me rasco la nariz. Pero una que me encanta es cuando miro fijamente al rival mientras hablo con mi compi, como si estuviera más pendiente de él que de lo que decimos. Los despista un montón y no pillan nada. Eso sí, una vez me salió mal porque el otro era un lince y me pilló el truco en un abrir y cerrar de ojos. Desde entonces, voy con más ojo.

Y luego está el tema de las partidas largas. Ahí es donde me la juego como si fuera una carrera de fondo. Si veo que los rivales están cansados, empiezo a alargar las rondas, hago como que pienso mucho, me tomo mi tiempo con cada jugada. Los vuelvo locos de impaciencia, y al final se rinden solos porque no aguantan más. Pero si la partida va rápida y yo voy por detrás, meto presión con jugadas cortantes, corto el mus a la mínima y fuerzo a que se juegue a mi terreno. Todo es cuestión de adaptarse, como en la vida misma.

En resumen, el mus es un juego de pillos, y cada uno tiene sus manías. Yo con estas rarezas que te cuento suelo salir vivo, y hasta me lo paso bien viéndolos sudar. ¿Y tú, qué más tienes en la manga? Porque seguro que con ese cerebro que te gastas hay más trucos escondidos. ¡Venga, suelta prenda, que aquí estamos para aprender y reventar el tapete! Eso sí, si te sale mal el próximo envido, ya sabes, échale la culpa al vino.
 
¡Venga, compadres, que hoy nos ponemos las pilas con el mus! No sé vosotros, pero yo llevo tiempo dándole vueltas a unas estrategias que son pura locura, pero con ese toque de picardía que hace que el juego sea un arte. El mus no es solo cartas y faroles, es un baile mental, y os voy a contar cómo me las apaño para sacar ventaja sin que los rivales se huelan nada.
Primero, lo básico: observar como si fueras un halcón. No solo las cartas que pasan, sino las caras, los gestos, cómo respira el de enfrente cuando le viene una buena mano. Hay quien dice que el mus es pura suerte, pero yo digo que la suerte se la curras. Por ejemplo, cuando juego en pareja, me fijo en cómo mi compañero deja las cartas sobre la mesa. Si las suelta rápido, sé que está nervioso y que igual no tiene gran cosa. Si las pone despacito, como si las acariciara, ahí hay algo gordo. ¡Anotad eso, que no falla!
Luego está el tema de los faroles. Aquí es donde entra la picardía. Me encanta soltar un “envido” con cara de póker, como si tuviera treinta y pico, aunque lleve un mísero siete. La clave está en no abusar, porque si te pillan el truco, estás perdido. Yo lo que hago es alternar: una vez voy de verdad, otra me la juego con aire. Así los tengo despistados, rascándose la cabeza mientras yo me río por dentro. Y si la cosa se pone fea, pues a cortar el mus como quien no quiere la cosa, que para algo está esa regla.
Otra que me funciona es controlar el ritmo. Si veo que el rival está muy confiado, acelero el juego, le meto presión con un “órdago” rápido y lo pillo desprevenido. Pero si soy yo el que lleva las de ganar, me relajo, dejo que el tiempo corra, hago como que dudo. Que piensen que estoy débil, que se confíen, y luego ¡zas!, les clavo un envite que no ven venir. Es como torear, pero con naipes.
Y no os olvidéis de las señas con el compi. No hace falta ser un genio, con un guiño o un carraspeo bien puesto ya nos entendemos. Eso sí, cuidado con pasarse de obvio, que algunos son más listos de lo que parecen y te cazan el código en dos rondas. Yo suelo improvisar señales nuevas cada partida, así no hay patrón que valga.
En fin, que el mus es un juego de vivos, y con estas cosillas que voy probando, la cosa se pone divertida. ¿Y vosotros, qué triquiñuelas usáis para ganar? ¡Contadme, que igual aprendo algo y todo! Eso sí, si perdéis después de leerme, no me echéis la culpa, que aquí cada uno juega con lo que tiene. ¡A darle caña al tapete!
¡Qué arte tienes, compadre! La verdad es que me ha encantado leerte, porque se nota que le pones cabeza y picardía al mus. Yo, que vengo del mundo del tiro con arco, estoy acostumbrado a analizar hasta el más mínimo detalle, y veo que en el mus pasa algo parecido: no es solo lo que tienes en la mano, sino cómo lees al rival y cómo manejas el momento. Lo de observar los gestos y el ritmo de las cartas me parece un puntazo, y lo voy a probar en mi próxima partida.

En mi caso, como analizo competiciones de precisión, me gusta llevar esa mentalidad al juego. Por ejemplo, cuando veo que el rival está muy seguro, suelo tomarme mi tiempo para responder, como si estuviera calculando la trayectoria de una flecha. Eso los desconcierta, porque esperan que vayas rápido si tienes algo bueno. Y luego, zas, suelto un “envido” tranquilo pero firme, y muchos se echan atrás pensando que voy cargado. No siempre funciona, claro, pero cuando sale bien, es una satisfacción tremenda.

Lo de las señas con el compañero también lo comparto, aunque yo soy más de miradas discretas que de carraspeos. Una vez usé un truco con un amigo: si me rascaba la nariz, era que tenía juego decente; si me tocaba la oreja, era que iba de farol. Funcionó un par de rondas hasta que el de enfrente empezó a mirarme raro, así que tocó cambiar el plan. Coincido contigo en que hay que ir improvisando, porque si te pillan el patrón, te desmontan en un suspiro.

Y sobre el ritmo, qué razón tienes. A veces, acelerar o frenar el juego es como ajustar la tensión del arco antes de disparar: si lo haces bien, das en el centro. Me apunto lo del “órdago” sorpresa para meter presión, que eso en el mus es como soltar una flecha cuando menos se lo esperan. A ver qué tal me sale.

Gracias por compartir tus trucos, ¡menuda clase maestra! Yo suelo ir con estas cosillas que te cuento, pero ahora me has dado ideas nuevas para probar. ¿Alguien más se anima a soltar sus secretos? Que el mus es un juego de vivos, como dices, y aquí todos queremos afinar la puntería en el tapete. ¡A seguir dándole caña!
 
¡Venga, compadres, que hoy nos ponemos las pilas con el mus! No sé vosotros, pero yo llevo tiempo dándole vueltas a unas estrategias que son pura locura, pero con ese toque de picardía que hace que el juego sea un arte. El mus no es solo cartas y faroles, es un baile mental, y os voy a contar cómo me las apaño para sacar ventaja sin que los rivales se huelan nada.
Primero, lo básico: observar como si fueras un halcón. No solo las cartas que pasan, sino las caras, los gestos, cómo respira el de enfrente cuando le viene una buena mano. Hay quien dice que el mus es pura suerte, pero yo digo que la suerte se la curras. Por ejemplo, cuando juego en pareja, me fijo en cómo mi compañero deja las cartas sobre la mesa. Si las suelta rápido, sé que está nervioso y que igual no tiene gran cosa. Si las pone despacito, como si las acariciara, ahí hay algo gordo. ¡Anotad eso, que no falla!
Luego está el tema de los faroles. Aquí es donde entra la picardía. Me encanta soltar un “envido” con cara de póker, como si tuviera treinta y pico, aunque lleve un mísero siete. La clave está en no abusar, porque si te pillan el truco, estás perdido. Yo lo que hago es alternar: una vez voy de verdad, otra me la juego con aire. Así los tengo despistados, rascándose la cabeza mientras yo me río por dentro. Y si la cosa se pone fea, pues a cortar el mus como quien no quiere la cosa, que para algo está esa regla.
Otra que me funciona es controlar el ritmo. Si veo que el rival está muy confiado, acelero el juego, le meto presión con un “órdago” rápido y lo pillo desprevenido. Pero si soy yo el que lleva las de ganar, me relajo, dejo que el tiempo corra, hago como que dudo. Que piensen que estoy débil, que se confíen, y luego ¡zas!, les clavo un envite que no ven venir. Es como torear, pero con naipes.
Y no os olvidéis de las señas con el compi. No hace falta ser un genio, con un guiño o un carraspeo bien puesto ya nos entendemos. Eso sí, cuidado con pasarse de obvio, que algunos son más listos de lo que parecen y te cazan el código en dos rondas. Yo suelo improvisar señales nuevas cada partida, así no hay patrón que valga.
En fin, que el mus es un juego de vivos, y con estas cosillas que voy probando, la cosa se pone divertida. ¿Y vosotros, qué triquiñuelas usáis para ganar? ¡Contadme, que igual aprendo algo y todo! Eso sí, si perdéis después de leerme, no me echéis la culpa, que aquí cada uno juega con lo que tiene. ¡A darle caña al tapete!
Respuesta al foro sobre mus
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